martes

OCAS EN EL CAIXAFORUM

Hasta el 12 de febrero los aficionados a la buena pintura que no deseen trasladarse a Massachussets para poder disfrutarla, pueden acercarse al Caixaforum donde se exponen unos setenta cuadros de la colección Clark.

Sterling y Francine Clark tenían dinero y buen gusto para formar una colección imponente, la mayor parte de impresionistas, entre ellos una gran número de Renoirs.

La pintura impresionista fue en su momento, entre los años 60 y 90 del siglo XIX un movimiento radical, incomprendido y rechazado pero que abrió paso a las vanguardias del siglo XX. Su mayor logro fue el descubrimiento de que no todos vemos el mismo paisaje. Con el Impresionismo, la subjetividad entra de lleno en el arte.
Desde el siglo XIX hasta ahora ha transcurrido el espacio temporal necesario para comprender y disfrutar esta manera de pintar, de manera que, desde mediados del siglo XX, se convirtió en un arte inmensamente popular y ha invadido nuestra cultura visual en forma de calendarios, postales, reproducciones, pósters y todo tipo de merchandising.

Todo esto viene a cuento de la exposición que podemos ver en el Caixafòrum. Pintura impresionista de grandes maestros y entrada gratis= aglomeraciones.

Aconsejo visitar esta exposición entre semana y a la hora de comer, o el visitante se verá obligado a hacer una larga cola y, lo que es peor, a compartir el espacio expositivo con una gran cantidad de gente. No es agradable, ver un cuadro desde la tercera fila, estirando la cabeza para ver mejor.

Nada más entrar hay unos magníficos paisajes de Corot, pero lo que realmente atrajo mi atención fue este cuadro, El pastor de ocas, de un pintor para mí desconocido, Constant Troyon.


                                                                   Constant Troyon
Troyon fue un artista cercano a la Escuela de Barbizon, preimpresionistas como Millet, Corot y Théodore Rousseau, que salieron del taller para pintar al aire libre temas que no eran usuales, como las tareas del campo. Por eso encontramos en abundancia los trabajos de la granja, el campo y los pastores, que a menudo eran muy jóvenes, casi niños.
Entre las escenas de pastoreo, abundan las ocas, mi animal totémico. La oca me recuerda a los relatos tradicionales que Perrault recogió bajo el título de Los cuentos de Mamá Oca: Pulgarcito, Barbazul, Caperucita Roja..., y también a la experiencia de mi madre en el gallinero de sus tíos, con los que pasaba muchas temporadas. Ella era la encargada de recoger los huevos que cada día ponían las gallinas; una tarea que resultaba de alto riesgo por culpa de una oca enorme que se lanzaba a morderle los tobillos en cuanto se apercibía de su presencia en el gallinero.
Supongo que estos recuerdos son los responsables de mi debilidad por las ocas y en esta exposición del Caixaforum, hay además del Troyon, un precioso cuadro de Monet con unas ocas chapoteando en un estanque.
Monet
Y no puedo evitar acordarme de otro cuadro encantador con el mismo tema, éste de James Guthrie, perteneciente a la menos conocida Escuela de Glasgow, una versión menos importante de la Escuela de Barbizon.
                                          James Guthrie: To pastures new, 1882
Las ocas también las podemos encontrar estos días en el Museo Thyssen de Madrid, en la exposición de la artista impresionista Berthe Morisot.
                                                               Berthe Morisot
Y para no cansar al lector con el monotema de las ocas, la exposición ofrece varios cuadros estupendos con otros animales, como Mujeres con perro, de Bonnard,
                                                                          Bonnard
 o dos renoirs, pintor muy apreciado por el matrimonio Clark. Excepcional es el retrato de una muchacha dormida con un gatito también dormido en su regazo. El catálogo nos informa de que esta joven era modelo y prostituta y que tenía un genio muy vivo y que seguramente, su ropa interior, algo desarreglada se deba a la pelea con un amante. Es una información interesante, pero irrelevante en cuanto al disfrute de esta obra, que hay que verla al natural para poder apreciar todos los matices del azul de la falda, la cinta del sombrero, los calcetines a rayas de la joven, azules que parecen  invadir el pelo atigrado del gatito
                                                Renoir: muchacha dormida, 1880
El otro cuadro de Renoir, es un delicioso retrato, que roza la cursilería si no fuera por el talento del pintor, que hace un retrato encantador de una niña disfrazada de argelina con un pájaro, quizás un loro, posado en su mano.
                                                  
                                              Renoir: Mademoiselle Fleury vestida de argelina
Y para terminar con este animalario tan particular, El encantador de serpientes, de Gerôme. Gerôme era un academicista aficionado al exotismo, sus cuadros con temas orientalistas como el mercado de esclavos son muy conocidos. En El encantador de serpientes, un niño de espaldas al espectador, ofrece su espectáculo a un público absorto, sentado contra una pared de azulejos azul turquesa. Una auténtico regalo para la vista.


Sterling y Francine Clark no hicieron ascos a la buena pintura de Carolus Duran, Bouguerau, Cabanel, Gerôme y otros que han sido despreciados durante décadas por seguir los cánones de la pintura tradicional. Academicismo ha sido sinónimo de falta de originalidad, de pintura pomposa, anécdotica, artificiosa, burguesa, sin interés alguno, hasta el punto de que se ha ignorado a unos artistas con mucho oficio y que en su momento gozaron de una popularidad y un prestigio enormes.
Pero vivimos en una época de revisiones constantes, de repensar, esa palabra mágica, que ha  conseguido desempolvar a este grupo de pintores y mostrar al público sus cualidades innegables.
Por último, decir que, aparte de las ocas y otros bichos, la exposición nos tiene reservadas sorpresas, como un impresionante bodegón de Renoir que representa unas humildes cebollas sobre un paño de cocina, un interior de Manet, una vista de los acantilados de Étretat de Monet que nos deja sin respiración, un Gauguin muy feo, un cuadro extrañísimo por lo inusual, tanto por el tema como por la técnica, de Mary Cassat que representa nada menos que a un torero y un retrato de una tal Carmen por Toulouse-Lautrec. Y aún hay más.

                                            Renoir: bodegón con cebollas y ajos






Mariajosé

No hay comentarios:

Publicar un comentario